domingo, 18 de enero de 2015

MATAR O NO MATAR. ESA NO ES LA CUESTION.

El carácter prohibido o las prohibiciones que se impone a  no a hacer la persona obsesiva  es frente a la realización de sus deseos inconscientes.
Por ejemplo,  la tentación de matar es más fuerte en nosotros de lo que creemos y que se manifiesta por efectos psíquicos, aun cuando escape a nuestra conciencia. Frente a situaciones o personas que nos generan afectos contradictorios, la aparición del sentimiento de culpabilidad puede ser una reacción contraria por haber sentido un deseo de matar.
La llamada conciencia angustiante es una reacción de la misma frente a los deseos inconscientes que desplazan su carga de energía a la conciencia y de la cual sólo sentimos angustia pero no somos capaces de percibir el/los deseos productores de la misma.
Hemos de reconocer que las prohibiciones obsesivas de determinados neuróticos no son sino precauciones y castigos que los enfermos se infligen a sí mismos porque sienten con una acrecentada energía la tentación de matar.
podemos volver a aceptar de nuevo la proposición antes formulada; esto es, la de que siempre que exista una prohibición ha debido ser motivada por un deseo y admitiremos que esta tendencia a matar existe realmente en lo inconsciente y que la duda o actitud ambivalente del obsesivo está motivada por el tabú de no matar como un mandamiento moral,  con respecto al impulso homicida.

Los procesos psíquicos de lo inconsciente, lejos de ser por completo idénticos a los de nuestra vida consciente, gozan de determinadas libertades. Un impulso inconsciente no ha nacido allí necesariamente donde vemos que se manifiesta sino que puede provenir de una fuente por completo distinta, haber recaído al principio sobre otras personas y otras relaciones y no hallarse en el lugar en el que comprobamos su presencia, sino a merced de mecanismos de desplazamiento. Dada la indestructibilidad y la incorregibilidad de los procesos inconscientes, pueden además, haberse transportado desde una época a la que se hallaban apropiados, hasta otra  época y otras circunstancias ulteriores en la que parecen singulares y fuera de lugar sus manifestaciones.


En el obsesivo, el mecanismo de desplazamiento juega un papel importante ya que cuanto más absurda e increíble es la obsesión es porque mas desplazado se halla el deseo que la ha motivado. Quiere esto decir que cualquier obsesión nunca corresponderá su sentido con lo que realmente significa a nivel inconsciente, sino que es la manifestación desplazada y disfraza del deseo inconsciente.
Otro ejemplo de desplazamiento es cuando el obsesivo, está a punto de hacer algo prohibido, aparece en él un temor a que le ocurra alguna desgracia a sus seres queridos. Teme el castigo pero no para él sino desplazado a las personas que ama. En dicho sentimiento de castigo es porque él tuvo la intención de satisfacer algo prohibido, luego castigo, prohibición y satisfacción se dan de manera simultánea en el obsesivo.
El síntoma obsesivo correspondería a la aparición de un deseo deseado y a su vez el castigo por haberlo deseado.



martes, 16 de diciembre de 2014

LOS TEMORES DEL OBSESIVO

El temor posiblemente sea unos de los afectos que mas muestra el obsesivo. Así como la duda, el temor que el obsesivo padece suele estar desplazado a las compulsión a repetir o a ritualizar, bien actos o pensamientos. Esto quiere decir que en cada nueva obsesión que aparece, el temor siempre es el mismo. No significa que cada nueva obsesión produce un nuevo temor, sino que el temor se desplaza, se une, se pega a cada nueva obsesión. De ahí que el psicoanálisis analiza por separado el temor de la obsesión pues aunque el obsesivo lo traen juntos, debe ser analizado de manera independiente. El mismo mecanismo de los sueños, donde el sueño y el afecto experimentado, deben ser analizados por separado, con el temor y la obsesión sucede lo mismo.
Lo mas antiguo en el obsesivo es el temor. Quiere esto decir que este afecto ya lo padecía de manera consciente o inconsciente antes de que el mecanismo de formación de síntomas obsesivos apareciera en el obsesivo. Para entender el temor, debemos remontarnos a la prehistoria del niño. El temor y la inseguridad, se desarrollan frente a la separación del complejo materno. Cuando entra en escena algo o alguien que separa al niño de la madre, la angustia de separación es fundamento del temor a la pérdida del objeto materno. Por un lado tenemos el temor a la pérdida o la separación y a su vez tenemos el temor que el niño experimenta hacia aquel que lo separa de la madre. La figura paterna. El temor del obsesivo debe analizarse desde la angustia a la separación- de ahí su dificultad para emprender acciones nuevas- y frente a la figura paterna. Hay un temor moral que guarda relación con el temor al castigo en relación a los sentimientos de culpabilidad y del que hablaremos en próximos artículos. El temor a la separación es más antiguo que el temor al padre y este por orden de antigüedad, anterior al temor al castigo desde la culpa moral.

Cuando hay temor a la separación, los síntomas en el toquiano producen un grado de inmadurez tal que la persona huye del mundo y se aparta de todo aquello que pueda separarlo de las figuras parentales. En este tipo de toc, el obsesivo vive muy apegado a la figura materna y se puede observar cómo los lazos amorosos infantiles siguen vigentes en la etapa actual sin haber sufrido modificación laguna desde que se generaron en su etapa infantil. ( continuará )

domingo, 7 de diciembre de 2014

CLAVES PARA ENTENDER EL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO TOC

Las personas que padecen un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), padecen de la duda continua. La duda lleva a la angustia, al temor y a la realización del ritual bien de manera física o mental.
El psicoanálisis descubre en este tipo de síntomas que de lo que padece el obsesivo es un temor a un encuentro con tres significantes ante las cuales, plantea sus dudas. Nos referimos al Padre, la Mujer y la Muerte. En torno a este triángulo, se halla establecida la compleja trama estructural de la neurosis obsesiva. Padre, mujer y muerte, remiten a la sexualidad del obsesivo. Su trastorno obsesivo comenzó a gestarse en la infancia o adolescencia, cuando frente a su comienzo sexual, aparecieron dichos significantes y que le hicieron quedarse detenido en un comienzo donde avanzar es lo que mas le cuesta al obsesivo. El obsesivo, frente a la palabra Padre, reacciona de manera inconsciente construyendo un padre castigador, porque en su fuero interno, el obsesivo a deseado y amado en demasía a la madre. Sabe de ello de manera inconsciente y teme a agresión del padre. Cuando el padre brilla por su ausencia, el obsesivo necesita de un orden, una ley interna que detenga sus deseos sexuales infantiles hacia la madre. El castigo, la tortura permanente que padece el obsesivo guarda relación con la insistencia del deseo sexual incestuoso, que garantiza a la vez la existencia de su deseo pero a la vez el castigo por el mismo. La Mujer, en el caso del hombre sería una salida al Edipo siempre y cuando el obsesivo pueda incluir la palabra mujer en su estructura psíquica. Incluir la mujer, así como incluir la palabra padre, supondría un corte para el obsesivo donde interrumpido el circuito del goce incestuoso, entraría en el campo del deseo, por lo tanto de la mortalidad, de lo humano. El obsesivo mantiene un pulso al padre, excluye en lo posible la palabra mujer y de incluirla, siempre para él es la figura de la madre. Esto le hace vivir eterno, porque el obsesivo de algo se dio cuenta y es que intuye que incluir la palabra padre y la palabra mujer, le hace mortal, por lo tanto humano y es de lo que huye aunque también es lo que desea. Este ir y venir, este salir y esconderse es el laberinto en el cual todo obsesivo se haya. Bien sea el obsesivo mujer u hombre, ambos deben analizar los significantes de padre, mujer y muerte, porque en su articulación se haya las claves de su curación. Miguel Martínez. Médico Psicoanalista. Tfno. 667.518.809





domingo, 2 de noviembre de 2014

LA MUERTE DEL PADRE PARA EL OBSESIVO


En el desarrollo del complejo de Edipo, tanto en el varón como en la hembra, la figura que viene a separar al niño de la madre, es el llamado tercero o nombre del padre. En todo obsesivo podemos encontrarnos que la figura del padre puede estar desde muy idealizado, pasando por la indiferencia hasta el  odio mas encarnizado. En ningún de los tres casos el padre del que habla es el padre real, sino un padre imaginario, construido a trozos entre el concepto de padre que la madre tiene y la vivencia que de este concepto de padre materno tiene el obsesivo. El obsesivo vive y se relaciona con “fantasmas” de ahí que toda su realidad sea más imaginaria que real. Esto quiere decir que su realidad interior siempre gira en torno a la relación amor/odio paterna y materna. El obsesivo vive en permanente crítica hacia el modo de ser de la madre y del padre. Tras sus obsesiones se esconden su deseo sexual reprimido hacia dichas figuras. Deseo del cual no quiere saber y bien sabe de ello sin saber pues la trama de sus síntomas, basado en sus rituales o pensamientos obsesivos son siempre un disfraz para desviar la mirada de aquello que tanto goce y deseo le produjo o le produce. Podemos decir que el obsesivo disfraza su deseo para no darse cuenta de lo que desea o porqué desea sin saber que desea.

Cuando un obsesivo trabaja la relación  inconsciente que tiene con la figura de los padres y va comprendiendo que lo que es odio esconde un deseo, comienza a mejorar de una manera espectacular. Cierto es que el obsesivo tiende a huir, a negar, a no aceptar. De ahí que el tratamiento del obsesivo requiera una constancia en el tiempo mayor que otro tipo de neurosis. Lo que es cierto es que el obsesivo llega un momento donde comienza a decir que sí a sus deseos y a darse cuenta que desear, odiar, amar, son parte de su estructura y van a seguir formando parte de sí pero desligado de sus “fantasmas” y con perspectivas futuras de ligar su energía sexual a otros objetos de la realidad que no sean sólo los objetos amorosos de su infancia.

domingo, 12 de octubre de 2014

LA MUERTE DEL PADRE PARA EL OBSESIVO (primera parte)

El complejo de Edipo es una situación vivencial que adquiere la característica de estructura mental y que acompañará a la persona desde el nacimiento hasta su muerte. El bebe, nada mas nacer necesita de la figura materna para poder vivir. Esta dependencia extrema del niño hacia la madre crea un vínculo de unión indisoluble y genera a su vez la llamada deuda simbólica. El sentimiento de amor, posesión y dependencia que genera la vinculación del niño a la madre hace que cualquier situación o persona que interrumpa dicho vínculo adquirirá para el niño la figura de rival. Para el obsesivo, la vinculación a la madre no deja de ser tan edípica como la de cualquier otra persona. Lo que diferencia al obsesivo es la relación inconsciente que mantiene con la figura paterna. El obsesivo vive asediado por sus propios reproches y por un sentimiento de culpa inconsciente que le hace ser víctima de la crueldad del superyó, entendiendo como tal a una parte de su propio psiquismo que se encarga de torturarle y hacerle parecer una mala persona que debe ser castigada de manera permanente. De ahí que las variantes del obsesivo sean infinitas, ya que puede considerarse no merecedor del amor, del sexo, del dinero, del trabajo, de la felicidad, de las amistad, de la familia, etc… Y su “ no sentirse merecedor de cosas buenas” es donde su complejo de culpabilidad encuentra su penitencia, por lo tanto su calma. ¿de qué se siente tan culpable el obsesivo? De un delito que no ha cometido pero que desde siempre fantaseó y es el de la aniquilación del padre.

El obsesivo de manera inconsciente padece del miedo y temor al castigo paterno. En su inconsciente, la figura de un padre aterrador, castrador que va a hacer uso de su fuerza para aniquilarlo, hace que el obsesivo viva siempre al amparo de padecer las consecuencias de dicha transgresión. Siendo así que el obsesivo espera dos muertes: la del padre y la de él mismo.(continuará)