Las personas que
padecen un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), padecen de la duda continua. La
duda lleva a la angustia, al temor y a la realización del ritual bien de manera
física o mental.
El psicoanálisis
descubre en este tipo de síntomas que de lo que padece el obsesivo es un temor
a un encuentro con tres significantes ante las cuales, plantea sus dudas. Nos
referimos al Padre, la Mujer y la Muerte. En torno a este triángulo, se halla
establecida la compleja trama estructural de la neurosis obsesiva. Padre, mujer
y muerte, remiten a la sexualidad del obsesivo. Su trastorno obsesivo comenzó a
gestarse en la infancia o adolescencia, cuando frente a su comienzo sexual,
aparecieron dichos significantes y que le hicieron quedarse detenido en un
comienzo donde avanzar es lo que mas le cuesta al obsesivo. El obsesivo, frente
a la palabra Padre, reacciona de manera inconsciente construyendo un padre
castigador, porque en su fuero interno, el obsesivo a deseado y amado en
demasía a la madre. Sabe de ello de manera inconsciente y teme a agresión del
padre. Cuando el padre brilla por su ausencia, el obsesivo necesita de un
orden, una ley interna que detenga sus deseos sexuales infantiles hacia la
madre. El castigo, la tortura permanente que padece el obsesivo guarda relación
con la insistencia del deseo sexual incestuoso, que garantiza a la vez la
existencia de su deseo pero a la vez el castigo por el mismo. La Mujer, en el
caso del hombre sería una salida al Edipo siempre y cuando el obsesivo pueda
incluir la palabra mujer en su estructura psíquica. Incluir la mujer, así como
incluir la palabra padre, supondría un corte para el obsesivo donde interrumpido
el circuito del goce incestuoso, entraría en el campo del deseo, por lo tanto
de la mortalidad, de lo humano. El obsesivo mantiene un pulso al padre, excluye
en lo posible la palabra mujer y de incluirla, siempre para él es la figura de
la madre. Esto le hace vivir eterno, porque el obsesivo de algo se dio cuenta y
es que intuye que incluir la palabra padre y la palabra mujer, le hace mortal,
por lo tanto humano y es de lo que huye aunque también es lo que desea. Este ir
y venir, este salir y esconderse es el laberinto en el cual todo obsesivo se
haya. Bien sea el obsesivo mujer u hombre, ambos deben analizar los
significantes de padre, mujer y muerte, porque en su articulación se haya las
claves de su curación. Miguel Martínez. Médico Psicoanalista. Tfno. 667.518.809
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