“Una muchacha
padecía el temor de verse atacad de incontinencia de orina desde que un
vehemente deseo de orinar la había obligado a abandonar en una ocasión un
teatro durante un concierto. Esta fobia la había incapacitado poco a poco para
toda vida social. Sólo se sentía tranquila cuando sabía tener próximo un w.c.
al que poder llegar disimuladamente. No existía en ella vestigio de enfermedad
orgánica que pudiera justificar sus temores. Hallándose en su casa, entre sus
familiares, no experimentaba jamás el temido deseo ni tampoco durante la noche.
Un detenido examen psicoanalítico descubrió que dicho deseo le había cometido
por primera vez en las siguientes circunstancias: en la sala de conciertos se
hallaba sentado cerca de ella un caballero que no la era indiferente. Al verle
comenzó a pensar en él y a imaginarse haciendo el amor, ser su mujer y estar
sentada a su lado. Durante esta fantasía experimentó una sensación que en las
mujeres hemos de comparar a la erección masculina y que en su caso, terminó con
un ligero deseo de orinar. La referida sensación sexual, habitual en ella, la
asustó en esta ocasión porque ya en otra ocasión similar se había hecho el
firme propósito de combatir sus deseos sexuales e inmediatamente, transfirió
este deseo al deseo de orinar y que la hizo, tras una penosa lucha, abandonar
la sala. Esta joven, a quien toda realidad sexual horrorizaba, no concebía que
pudiera casarse algún día ni tener relaciones sexuales con un hombre. Por otro
lado, padecía de una hiperestesia sexual (anestesia o falta de sensibilidad en
los genitales) y cuando se abandonaba a imaginar algo parecido a lo sucedido en
el teatro, experimentaba una ligera excitación en sus genitales que la
conflictuaba moralmente. El deseo de orinar le había aparecido más de una vez,
tras el pensamiento fugaz de una fantasía sexual pero que nunca había recaído
en ello hasta el día del concierto. La idea de ceder sexualmente con un
desconocido, la produjo dicho conflicto moral.”
“Una mujer
joven, casada que en cinco años de matrimonio había tenido un hijo, se quejaba
de sentir un impulso obsesivo de arrojarse por el balcón y que a la vista de un
cuchillo, se apoderaba de ella el miedo a verse impulsada a cogerlo y matar con
él a su hijo. En su tratamiento psicoanalítico confesó que sólo muy raras veces
practicaba el sexo con su marido y siempre con miedo y precauciones para evitar
un nuevo embarazo, añadiendo además que no la disgustaba no tener sexo porque
era una mujer de naturaleza poco sensual. Sin embargo, en su psicoanálisis,
pudo verse que a la vista de otros hombres, surgían en ella fantasías eróticas
que le había llevado a perder la confianza en sí misma, viéndose como una mujer
degradada y capaz de cualquier acción sexual. Esta sinceridad por parte de la
paciente, la llevó a confesar que su vida sexual y matrimonial era miserable
pero que se lo ocultaba y se autoengañaba. Esto llegó a decirlo después de
admitir que durante el día tenía sensaciones penosas de que “algo le entraba
por debajo de la falda”
En estos y otros casos, que cursan con fobia y
obsesiones repetidas, admitimos que la representación obsesiva (en un caso
temor a orinarse y en el otro el miedo a tirarse por el balcón o matar con un
cuchillo a su hijo) sirven para alejar a la conciencia de los deseos sexuales
que la persona experimenta pero que no admite en su conciencia, siendo así que
la obsesión, cuanto más asusta a la persona, más oculta, “despista” y enmascara
a la conciencia de la proveniencia o fuente del deseo o fantasía sexual.
(continuará)
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