martes, 17 de septiembre de 2013

LA DISECCIÓN DE LA PERSONALIDAD PSÍQUICA EN EL TOC


Todos sabemos la importancia que tiene tanto para la relaciones personales como con las cosas, el punto de partida. Hay comienzos y comienzos. Y desde luego, a veces no suelen ser muy afortunados. El psicoanálisis desde sus comienzos, inició su punto de partida en el síntoma, que es lo más ajeno al yo. Los síntomas psíquicos- depresión, obsesiones, fobias, celos, etc- se viven como algo extraño a nosotros y de ahí, la confusión que producen en nosotros. Hablar de síntomas en psicoanálisis, es hablar de lo reprimido en le hombre, pero lo reprimido es como un terreno desconocido, como algo extranjero para el yo. Partiendo de los síntomas, cuando los analizamos y los desmenuzamos, llegamos a lo inconsciente, a la vida instintiva, a la sexualidad de la persona. Pero claro, hablar de la sexualidad, es hablar del demonio. Siempre produce rechazo porque no es fácil aceptar la naturaleza de ciertos deseos, de ciertos impulsos que nada tienen que ver con la nobleza del hombre pero que subyacen en su interior. Queremos vivir ajenos a nuestra sexualidad inconsciente y esa lejanía, ese no querer saber puede llegar a convertirse en enfermedad.
¿Quién está dispuesto a aceptar que detrás de una depresión hay un problema sexual? ¿Quién acepta que tras una obsesión, una mania, unos celos, una paranoia, se esconden deseos de naturaleza sexual inaceptables para la conciencia?
Este es el gran rechazo por el psicoanálisis pero a la vez, este descubrimiento es su arma más poderosa.
Esos pensamientos que nos vienen a la mente y nos parecen disparates, tienen su razón de ser pero se reprimen, se silencia, se hace un esfuerzo por callarlos. Y sin embargo, con el tiempo vuelven con más fuerza y se acaban imponiendo en la conciencia. Justo ahí, la persona cree enloquecer, se siente extraña y comienza a ser dominada por miedos, por tristeza, por fobias, por manías y su energía empieza a disminuir, sintiendo cada vez menos fuerza para enfrentarse a su día a día. Aquí, el síntoma ya ha dominado a la persona. Se ha impuesto al yo y ahora lo controla. ¿Por qué se ha enfermado? Por que las exigencias de la vida instintiva, sexual inconsciente se ha hecho muy grande y la resistencia, la oposición a ella, ha fracasado y la razón ya no logra imponerse en la conciencia.
Esta psicología del yo, no tiene nada que ver con la psicología clásica del yo, donde niega la existencia de la parte inconsciente. Lo cierto, es que la psicología conductista, actúa reprimiendo mucho mas a la persona, de ahí su falta de progreso sobre los síntomas que una persona desarrolla. Si no se tiene nociones sobre la vida instintiva del hombre y de su sexualidad, estaremos fuera del campo de entendimiento de los síntomas mentales. Algo que también a la psiquiatría le sucede, que no pueden dar explicaciones sobre el origen y causa de los síntomas o trastornos mentales.
¿Y porqué las personas enfermas recurren a la psiquiatría o a la psicología conductista? Por que no quieren saber nada de su sexualidad reprimida, por lo tanto, no querer saber es no querer curarse. ¿Se puede preferir la enfermedad mental a saber las causas sexuales que han llevado a la persona a enfermar? Desafortunadamente sí. El enfermo mental prefiere reprimir, no hablar, seguir censurando su sexualidad por vergüenza y por su propia moral, siempre represora y castigadora.
La persona, cuando enferma, tiene la cualidad de tratarse como un objeto: es decir, tratarse así mismo como objeto, observarse, criticarse, etc… Es una parte del yo que se enfrenta al resto del propio yo. El yo, es pues disociable, es decir, que puede disociarse de alguna de sus funciones, por lo menos transitoriamente y los fragmentos pueden unirse de nuevo.
Una de las funciones que caen sobre el yo, es la llamada conciencia moral. “Me siento inclinado a hacer algo de lo que me promete placer pero no lo hago porque mi conciencia no me lo permite”. O “me he dejado llevar por algo que me ha proporcionado placer y ahora, la voz de mi conciencia me castiga con penosos reproches, haciéndome sentir remordimientos” . Esta conciencia moral, recibe el nombre de “superyó”. Los reproches, la humillación, las autoacusaciones, la rigurosidad, la autocensura, la autocrítica, el sentimiento de vergüenza, etc… es la forma en que el superyó- o la conciencia moral- trata al yo.
La conciencia moral o superyó, proviene de la influencia de los padres sobre el niño. Estos con los encargados de ponerle límites a su egoísmo y amenazarle con castigos, sobre todo, la pérdida de su amor. Con el desarrollo del niño, la instancia de los padres, queda sustituida por el superyó, el cual vigila, dirige y amenaza al yo exactamente como antes los padres al niño ( continuará ) 

domingo, 8 de septiembre de 2013

SOBRE LA PREDISPOSICIÓN AL TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO



El problema de cómo y por qué una persona contra un trastorno obsesivo compulsivo, será la finalidad de este escrito. ¿Por qué una neurosis obsesiva y no una esquizofrenia o un trastorno somatoforme.?. Entre las causas de porqué en una misma familia, un hermano contrae un trastorno obsesivo y otro hermano una histeria, por ejemplo, nos hace pensar en una predisposicón de la persona. Las causas genéticas o hereditarias están descartadas dentro de las llamadas neurosis obsesivas. Hablamos de sucesos vividos por el individuo desde su mas tierna infancia, junto a los factores educativos familiares, como causantes del trastorno obsesivo compulsivo. ¿Desde qué orígenes debemos remitirnos? Nuestro yo, en su desarrollo, pasa por diferentes etapas. Hay una compleja y complicada evolución de la personalidad hasta llegar a su estado caractéristico en el adulto normal. Durante esta evolución, no siempre se desarrolla adecuadamente y en su progreso, observamos cuando psicoanalizamos a los pacientes obsesivos, que una parte de su desarrollo, se ha estancado y ha permanecido hasta la etapa actual es un lugar anterior del desarrollo, que llamamos “lugar de fijación” de manera, la persona ha retrocedido o se ha quedado detenida o fijada a esa etapa de su desarrollo mental.
El trastorno obsesivo presenta lo que llamaremos “una inhibición de la evolución” generalmente en el segundo periodo de la niñez (entre los seis y los ocho años ).
La neurosis obsesiva, se caracteriza por la aparición de síntomas de una manera temprana. Es muy importante el papel que desempeñan los impulsos de odio dentro del toc. Los sujetos analizados, refieren haber tenido conocimientos precoces sobre los asuntos sexuales, desde la más tierna infancia que de un modo activo trataron de imitar o bien, de un modo pasivo ejercieron una represión sobre el conocimiento precoz de la sexualidad y quedo relegado a fantasías sexuales donde la persona adquiría una posición pasiva frente sus deseos sexuales.
Durante el comienzo de la pubertad, estos descubrimientos sexuales quedan reprimidos y relegados al olvido, hasta que en un momento bien de la adolescencia o comienzo de la edad adulta, hacen eclosión y aparecen con fuerza en la conciencia. De este modo, la organización sexual queda detenida o se establece en una disposición a la neurosis obsesiva por unos condicionantes, entre ellos la moral, que determinan la sexualidad de la persona pero desde un estadio anterior a su evolución.
Podemos decir que las personas que padecen un trastorno obsesivo compulsivo, su sexualidad ha quedado detenida en una fase anterior a la sexualidad propiamente adulta. Fase en la que los impulsos sádicos jugaban un papel muy importante en el desarrollo sexual de la persona.
La disposición de la persona a mostrar sus tendencias sádicas guardan relación con una posición activa y la disposición a la tendencia masoquista supone ya una transformación del sadismo en masoquismo por desplazamiento sobre el propio yo. El masoquismo no deja de ser el sadismo pero vuelto hacia la misma persona.
Una persona con toc, padece de sexualidad inmadura, es decir, su sexualidad es infantil, en el sentido que su libido sexual ( energía ) está detenida en una fase del desarrollo sexual donde las tendencias sexuales violentas o sádicas deben ser reprimidas o civilizadas.
Decimos que el tokiano es una persona que no ha podido civilizar del todo sus tendencias o impulsos sádicos, siendo estos, los que producen el conflicto moral en el yo. El tokiano tiene fantasías de hacer o de hacerse daño y semejantes fantasías o pensamientos le producen un sentimiento moral de culpa que le lleva al “autocastigo” para calmar su penoso sentimiento de culpa por los “aberrantes pensamientos agresivos que tiene”. La formación de rituales, manias, fobia, angustia que la persona presenta, son modos de “contención” sobre sus deseos sexuales sádicos. Cuando no hay rituales, la persona puede vivir su neurosis a través de pensamientos inútiles que se le repiten una y otra vez, de manera contínua pero que agotan completamente a su yo, dejándole fatigado y a la vez calmado.
En el trastorno obsesivo compulsivo, hay una continua balanza o equilibrio entre la aparición de los deseos o impulsos sádicos y en su transformación en lo contrario: en un masoquismo moral pero vuelto hacia la persona. Es un hacer y deshacer. El obsesivo vive haciendo y deshaciendo y en esto, se le va la vida, digamos que toda su energía queda “secuestrada” en reprimir o “atar” a la mala persona que él mismo se siente. Cuando no lleva a cabo sus rituales, surge la angustia porque tiene la certeza de que sus malos pensamientos, se van a realizar. Solo la repetición, el ritual, el pensamiento obsesivo impuesto es capaz de calmar este penoso sentimiento de culpa que aparece en el tokiano. ( continuará )

domingo, 1 de septiembre de 2013

¿POR QUÉ ENFERMAMOS DE LA MENTE?


La mente, esa compañera y a la vez desconocida, nos acompaña toda la vida. A veces como aliada pero a veces como enemiga. Cuando en 1900 Sigmund Freud, publica La Interpretación de los Sueños, abre la puerta al estudio de los procesos psíquicos, mostrando que nuestro aparato psíquico se divide en dos entidades, la conciencia y el inconsciente. La conciencia es un mero  receptor de los estímulos externos y también de los estímulos internos. Ante lo exterior, nuestra conciencia puede huir, separarse pero de los procesos internos, la fuga no es posible. Hay una voz continua en los sujetos, un diálogo a veces imparable entre nuestro yo y las representaciones que aparecen en él. Frases, pensamientos, ideas o deseos que producen un malestar significativo frente al cual, nuestro yo trata vanamente de separarse o apartarse sin lograrlo de una manera efectiva. ¿Qué supone enfermar de la mente?¿Quizás enfermar tiene un sentido que no logramos entender?
Aquí, la respuesta del psicoanálisis es contundente. La enfermedad tiene un sentido, tiene una lógica inconsciente que debe ser analizada, interpretada para lograr su comprensión. No es fácil aceptar la idea de una parte inconsciente en nosotros. Parte de la cual sólo percibimos sus efectos: los sueños, los lapsus, los errores, los fallidos, las equivocaciones, las fantasías, los pensamientos. Ante esto, somos meros espectadores. Si no sabemos cómo funciona nuestra mente, aplicaremos palabras como causalidad, coincidencia, suerte, mal de ojo a las cosas que nos suceden. Para todo lo que nos sucede, hasta para el proceso de enfermar, hay una explicación.
Según el Manual de los Trastornos Psiquiátricos, el concepto de trastorno lo asocia a una pérdida en el individuo de la capacidad de llevar a caso sus actividades individuales. Pérdida del interés por actividades que antes le suponían placer y afectación a su capacidad laboral. Digamos que esto acontece porque la persona antes tenía unas capacidades que ahora han quedado mermadas. Decimos que su trastorno o enfermedad le resta o le consume su energía. Y así es de cierto. Desde una depresión, pasando por una neurosis obsesiva, bien un problema de pareja, un estado de ansiedad o angustia, secuestran una energía que antes la persona disponía para su vida y ahora esta energía es para sus síntomas, para su trastorno, para su enfermedad.
Lo cierto y llamativo es que el trastorno mental, acapara la mayor atención del sujeto durante la mayor parte del día. Digamos que vive por y para su trastorno. Le ha hechos perder la noción de realidad y ahora su realidad es la realidad de lo que le pasa. Ha dejado de prestar atención a su vida y ahora su vida es su enfermedad. Como vemos, es llamativo este interés que la persona vuelva sobre su trastorno. Hay una conciencia que mira casi y exclusivamente hacia el interior de uno. No sabemos desde la conciencia porqué pero sabemos que ahora nuestro interés está centrado en lo que nos pasa. Aquí surgiría la primera pregunta, ¿de qué ha apartado la persona su atención para volcarla exclusivamente en lo que le pasa?¿podríamos decir que algo de lo que no quiere darse cuenta o al menos conscientemente de algo que le provoca malestar, le hace huir, refugiarse en la enfermedad? Otra pregunta de suma importancia ¿por qué la persona enferma huye de curarse, siendo capaz de vivir en su enfermedad de manera permanente? En torno a estas preguntas y otras más que por cuestiones teórica sin complejas de formular para un fácil entendimiento, gira la causa del porqué las personas enferman de la mente. ¿Realmente hablamos de enfermedad o es una solución a un conflicto que no se quiere abordar? Aunque la enfermedad suponga una anulación de la capacidad de vivir, hay que añadir que la resistencia que las personas ponen a curarse o a encontrar una solución tiene más bien que ver con no querer ver o aceptar cuestiones que no dejan de ser de uno mismo pero que aún siendo propias, se rehúye de ellas y se rechazan. La enfermedad, siempre hay que pensarla pero como una huida. ¿Pero de qué? Esta pregunta la dejo abierta para todo aquel que tenga valor para hacérsela. 

martes, 6 de agosto de 2013

¿Qué es la terapia del psicoanálisis?


Descubierto por Freud, sus comienzo datan de 1895, tras la curación de una enferma histérica, mediante el llamado método catártico. Se sumía al paciente en un estado hipnótico y los síntomas que padecía  eran eliminados retrotrayéndole al estado psíquico en el cual habían surgido cada uno de ellos por primera vez. Emergían entonces en el hipnotizado recuerdos, ideas, impulsos ausentes hasta entonces de su conciencia y una vez que la persona comunicaba al médico, entre intensas manifestaciones afectivas, tales procesos anímicos, quedaban vencidos los síntomas y evitada su reaparición. Lo que lograban era una transformación de manera que los síntomas eran descargados del afecto o sentimiento al cual estaban unidos. Pero este método se complicaba casi siempre porque Freud se dio cuenta que en la producción de un síntoma ( psíquico o físico ) participaban muchas mas causas que una sola. Aquí se manejaba todavía la teoría del trauma, es decir, se suponía que un determinado trauma no elaborado y en su caso reprimido, era la causa de la producción de síntomas. Más adelante se descartó la teoría del trauma al ver que muchas personas que habían vivido similares experiencias no enfermaban y otras sí. Así mismo, se averiguó que lo importante no era tanto que la persona hubiera vivido o no una situación traumática, sino lo que había hecho de manera inconsciente con dicha vivencia, es decir, el uso que le daba con algún fin.
Esto le llevó a Freud, a renunciar al método catártico ( hipnosis ) y a la teoría del trauma. Y el paso que dio, fue tratar a los pacientes sin someterlos a ninguna influencia personal, haciéndoles adoptar simplemente una postura cómoda sobre un diván y situándose él a su espalda, fuera del alcance de la vista.
Una sesión de psicoanálisis transcurre así, como un diálogo entre dos personas, sin perturbar con nada al paciente que lo haga distraerse de los pensamientos que le van viniendo a la mente. De manera voluntaria, el paciente va diciendo todo lo que se le ocurre a la mente (es lo que se llama asociación libre) de cualquier cosa aunque le resulte absurdo e incluso no guarde relación con el tema que está tratando. Se le pide al paciente que no censure nada de lo que le venga a su mente, aún considerándolo vergonzoso o de penosa confesión. Reuniendo todo el material verbal que aparece, al paciente se le van abriendo puertas a su memoria y es capaz de recordar hechos que tenía olvidado hacía tiempo. La falta de memoria o el olvido de hechos de la infancia, siempre guardan relación con el proceso de represión. La persona ha reprimido todo aquel recuerdo que le produjo sensaciones displacientes. En las ocurrencias espontáneas por parte del paciente, el psicoanalista es capaz de hallar una relación con aquello que ha provocado su trastorno depresivo, obsesivo, sexual etc… En el relato de los sueños, en las fantasías que el paciente muestra, en los lapsus, las equivocaciones, los errores verbales, se puede descifrar todo un material deformado cuya traducción da con la causa productora de los síntomas del paciente.
La técnica psicoanalítica consiste en relacionar las ocurrencias que el paciente va desarrollando verbalmente en la terapia, con el material psíquico reprimido causante de su malestar.
De esta manera se logra hacer consciente lo que es material inconsciente reprimido.
El psicoanálisis es una técnica precisa, cuyas reglas están establecidas para la comprensión de los síntomas productores de síntomas o enfermedades.
El psicoanálisis es útil en los estados anímicos de tristeza, obsesiones, fobias, manias, problemas de pareja, dificultades sexuales, etc, ya que el método es el mismo: descifrar el material inconsciente que se esconde detrás de los síntomas que la persona viene a tratar.
El fin del tratamiento psicoanalítico, sería suprimir las amnesias, la pérdida de memoria antes hechos vividos o imaginados, de modo, que su recuerdo, desvelaría los aspectos inconscientes de la base de la personalidad.
A la terapia del psicoanálisis, puede acceder cualquier persona. No se requieren condiciones especiales y no es incompatible con los tratamientos psiquiátricos o psicológicos. Con respecto a la duración del tratamiento psicoanalítico puede ir desde seis meses a varios años, todo dependiendo de lo que la persona venga a tratar.
Hoy día existe el llamado “psicoanálisis aplicado”. Consiste en que la persona va a tratarse de un problema o dificultad específico, sin entrar en otras áreas de su mente.
Hay personas que van a tratarse de su dificultad para encontrar pareja, o bien para hallar un mejor empleo, para resolver un problema de pareja, de familia, de carácter, etc…
A pesar de ser una ciencia joven ( 113 años desde sus comienzos ) es la técnica mas eficaz para resolver cualquier dificultad o problema. Supera tanto a la psicología y a la psiquiatría en cuanto a la efectividad y ya son muchos los psicólogos y psiquiatras que ha decidido usar como técnica de tratamiento, la terapia psicoanalítica. 

viernes, 26 de julio de 2013

LA SEXUALIDAD INFANTIL EN EL TOC ( 1 )



“Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica.” Es un texto de 1925 de Freud. La pareja, para el psicoanálisis es una construcción. Las concepciones ideológicas que circulan desde hace décadas sobre lo que es una pareja, siguen encajadas en unos patrones donde la sexualidad que marca la dirección o el destino de la pareja siempre es una sexualidad infantil.
Si le preguntamos a un hombre, qué es una mujer, le pondríamos en el mismo aprieto que si preguntamos a una mujer qué es un hombre. Esta pregunta, nos inicia en el campo de las diferencias, que aparte de las diferencias anatómicas, las diferencias psíquicas son para los integrantes de la pareja la verdadera causa de su neurosis.
Un hombre, una mujer, su encuentro está marcado por la existencia de una sexualidad constitutiva infantil, la cual por inconsciente, determina el acontecer de los hechos presentes y futuros. Esta sexualidad infantil, no solo determinará inconscientemente la relación entre ellos dos, sino también las relaciones con el mundo.
Al hombre y a la mujer le es difícil abandonar aquello que le dio algún tipo de goce en época pasadas. Sustituir puede ser un obstáculo al crecimiento, renunciar a un modelo de sexualidad infantil por uno más adulto, supone incluir al otro. Esto nos lleva a la pregunta de si los problemas al crecimiento dentro de la pareja, no dejan de ser resistencias narcisistas infantiles, donde uno valora lo suyo por encima del otro y en esta no renuncia, lo que se rechaza es el intercambio, para no tener que agradecer nada al otro.
Nuestro nacimiento se produce en un marco constitutivo familiar. El niño está inmerso en la sexualidad de los padres y los primeros modelos de identificación incluyen a la figura paterna y materna.
Comencemos por el niño varón. Denominamos Edipo, a la relación del niño con la madre, donde la crianza y el cuidado establecen la aparición de unos lazos libidinales que permanecen en calidad de huella inconsciente y determinan en el niño sus futuras relaciones objetales, tanto sexuales como amorosas.
En el Edipo, también interviene un tercer elemento, que es la figura del padre. Para el niño, salvo circunstancias producidas por la neurosis de la madre, su padre es un ser respetado, temido o anulado y que debe incluirlo en la relación con la madre. Este triángulo amoroso y libidinal queda establecido a modo de pacto inconsciente y marcado por la disposición bisexual del niño, dispuesto en doble sentido: activo y pasivo. La posición activa supone la existencia de una rivalidad más o menos mostrada hacia la figura del padre. Dicha rivalidad puede ser secundaria a un primer periodo de pasividad con respecto al padre por parte del niño. Vemos como niños dóciles en sus primeros años de infancia, manifiestan un comportamiento rival, desafiante y agresivo al comenzar la etapa de la pubertad o adolescencia hacia el padre y/o hacia la madre.
La posición pasiva en el niño, supondría una renuncia a su virilidad, a un no excluirse de la relación con la madre aunque para ello le suponga conformar una personalidad pasiva. Podemos calificar este hecho de actitud femenina con respecto al padre. Esto puede derivar en su ser adulto hacia una homosexualidad pasiva o bien hacia una actitud de sometimiento con respecto a la mujer y a la vida en general. Este tipo de varones, son hombres a medias, que no han terminado de realizar el pasaje de renuncia a la figura materna y sus relaciones de pareja están marcadas por una posición pasiva con respecto al amor, al sexo, al dinero y a sus relaciones sociales.
En dicha posición pasiva, el niño ha adoptado una identificación de índole cariñosa con el padre, para estar cerca de la madre. Esta renuncia inconsciente a la rivalidad con el mismo, sella el destino del varón con respecto a sus relaciones de pareja. Su actitud está marcada por una pasividad y por un sometimiento con respecto a la mujer que no deja de ser una proyección edípica.
El complejo de edipo en la niña, implica un problemas mas que el del varón. En ambos casos la madre fue el objeto original y nos es fácil ver que el niño la retenga inconscientemente como primer objeto amoroso y fuente de sus fantasías sexuales. Nos preguntamos, cómo llega la niña a abandonar la figura de la madre e incluir en su lugar al padre como objeto amoroso?
Cuando investigamos este hecho, nos encontramos en la niña que tras dicho establecimiento de vinculación al padre, subyace la fantasía y el deseo de tener un hijo con el padre. Este deseo inconsciente puede ser entre otras, la causa de ciertas infertilidades femeninas o ciertas renuncias al establecimiento de lazos libidinales con los hombres, pues el deseo de tener un hijo con el padre, culmina en la renuncia a los objetos masculinos.
Estas fantasías pueden ser la fuerza impulsora de la masturbación infantil y de su posterior represión por el sentimiento de culpabilidad que originan en las mismas.
La niña, a través del descubrimiento del pene en un hermano o en alguno compañero de juego, le llama poderosamente la atención y lo reconoce como algo superior o al menos diferente con respecto a ella. Este reconocimiento le hace caer víctima de la envidia fálica.
Este hecho, es determinante en el desarrollo sexual de la mujer. El deseo de tener un órgano genital similar al del hombre, puede llevar a la mujer a una situación de rivalidad permanente con respecto al hombre. Nos encontramos así a mujeres que se hallan en estado permanente de rivalidad con su pareja o con los hombres. Bien pueden manifestarse en un comportamiento masculino con respecto a su sexualidad que le lleva a construir hombre femeninos, pasivo, castrados.
Así mismo, cuando la rivalidad es envidia, su comportamiento es una permanente lucha por quedar por encima de él, de modo que sus vivencias dentro de la pareja, estarán marcadas por un no aceptar dicha diferencia. Todo es una manifestación de dicha envidia que le puede llevar a la separación cuando no logra someter, castrar o anular al hombre.