Las ideas obsesivas tienen la
característica de encubrir lo que verdaderamente desea el obsesivo. Son
reproches transformados que retornan, afloran en la conciencia y tiene que ver
con actos, ideas o deseos que de llevarse a cabo producirían gran placer en el
paciente obsesivo.
Dichos actos, ideas o deseos, surgen en
un periodo infantil al que le daremos el nombre de “inmoralidad infantil”.
Quiero esto decir que surgen en un momento donde el niño todavía no tiene
conciencia de lo que es bueno o malo, prohibido o permitido. Como dichos actos
o deseos son vividos con gran placer, el niño puede mantenerlos durante tiempo
hasta que surge en él un periodo de madurez que le hará luego juzgar dichos
actos o deseos.
Deseos sexuales hacia los hermanos, el
padre, la madre, deseos violentos hacia los familiares motivados por los celos,
son entre otros motivados porque el niño no tiene noción de lo que es
prohibido.
Solo cuando surge en él la moral, la
censura, tiene que reprimirlos pero su deseo inicial es seguir deseando aquello
que él sabe que es prohibido pero que le produce enorme satisfacción.
Aquí comenzaría el calvario del obsesivo,
desarrollándose el mecanismo de las obsesiones que le llevan a reprocharse, a
castigarse por todo aquello que aún sabiendo que es prohibido, algo es él sigue
deseándolo. Y quien lo sigue deseando es “el niño falto de moral y de
escrúpulos que existe en todo paciente toquiano”.
La pelea que tiene el paciente con toc,
no deja de ser una pelea entre un “yo infantil amoral” que continuamente quiere
satisfacer sus deseos y un “yo inmaduro”
que lucha para que ese yo infantil se mantenga reprimido y callado.
El toc es un permanente desequilibrio
entre un yo infantil y un yo actual pero inmaduro.
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