lunes, 8 de febrero de 2016

MECANISMO DE LAS OBSESIONES EN EL TRASTORNO OBSESIVO TOC (1)

En toda obsesión hay dos elementos: una idea que se le impone a al persona y un estado emotivo asociado, como puede ser la duda, el remordimiento o la cólera.
Es normal que en muchas obsesiones dura mas el estado emotivo y cambia la idea obsesiva. Si la duda por ejemplo es el estado emotivo, pueden dudar obsesivamente de varias cosas.
Puede tener odio y cambiar obsesivamente de personas hacia las que siente odio.
Esto se debe a que lo que perdura es la emoción o el sentimiento que suele ser lo primero que aparece y la idea a las que se asocia puede cambiar con respecto a la primera que apareció. Es decir, vemos en el toc, que la  idea se suele sustituir por otra. Lo importante no es la idea sino el sentimiento asociado. De ahí el carácter absurdo de muchas obsesiones que carecen de sentido.
Una mujer que tenia la obsesión de tirarse por la ventana, de herir a sus hijos con un cuchillo, clavarle la tijera a su marido, eran ideas que le servían para desviar un deseo sexual muy fuerte que sentía a la vista de otros hombres porque se encontraba insatisfecha con su vida sexual.
Un joven que tenia ideas de suicido cada vez que iba al metro era para desviar la atención de un poderoso deseo sexual que sentía por su hermana mayor, con la que habían jugado de pequeños a juegos de contenido sexual.
Un joven obsesionado con la idea de contagiarse de Sida por la calle, asociaba cualquier mancha marrón que se encontraba a sangre seca que podía tener Sida. Esta obsesión había surgido a raíz de haber ido con una prostituta. El joven luchaba contra la idea de seguir haciendo uso de este servicio y se defendía de su deseo pensando que podía coger el virus del Sida.
Observamos que las obsesiones tienen una conexión con un deseo inconsciente que la persona no tolera. Cuanto mas absurdo es la idea obsesiva mas aparta a la persona de la causa verdadera que perturba a su conciencia y es la existencias de deseos inconscientes que la moral juzga porque no se toleran. De ahí el autoreproche del obsesivo y la orden de castigarse a sí mismo que con tanta frecuencia escucha.


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