domingo, 4 de abril de 2010

LA RELIGIOSIDAD DEL OBSESIVO

El obsesivo, tiene su propia religión. Freud lo compara con la fe de los religiosos, con sus rituales eclesiásticos, sus rezos, Dios... El obsesivo también tiene sus rituales, su manera de pensar junto a sus fórmulas que le hace sentirse más o menos seguro, no deja de ser una manera de rezar. Y su Dios, por norma general suele ser un Dios algo tiránico, ya que el obsesivo, siempre se siente observado por algo que le juzga en función de lo bien o lo mal que haga las cosas. Este Dios particular del obsesivo, no deja de ser más que la parte moral de él mismo. Parte moral, también llamada Superyo desde el psicoanálisis- y que regula todos los actos del obsesivo. Podemos decir que esta parte moral es la que regula los pensamientos en el toc. Cuando el sujeto toma conciencia de la falta de nobleza de sus pensamientos, rápidamente aparece el superyo – o abogado interior- que le juzga, le critica, le hace sentir culpa, arrepentirse, pedir perdón, etc. Y digamos, que pone remedio a esa pelea interior que todo paciente con toc, tiene consigo mismo y con sus fantasmas familiares. Porque las peleas internas que tienen estos pacientes, no suele ser con mas de tres o cuatro personas que se reducen al padre, la madre, algún hermano y subrogados de ellos: el jefe, los compañeros, los amigos… Peleas que no dejan de ser conflictos con las relaciones afectivas que en un momento determinado se gestaron en la infancia del sujeto con toc. De aquí la importancia que el psicoanálisis da a los primeros años infantiles en el desarrollo del sujeto. Por eso, que acercarse al desarrollo psicosexual y psicoemocional en el paciente con toc, es entrar en un campo donde se encontrará el origen de su dolencia. Desde allí y hasta la vida de adulto, todo son ramificaciones encubiertas de aquellos primero conflictos infantiles que el sujeto tuvo y no pudo resolver y que ahora trata de resolverlos de manera ineficaz, porque al no comprender su dolencia, ni el origen de la misma, se pierde entre los laberintos de sus propios pensamientos obsesivos que no dejan de ser máscaras que encubren otro sentido.

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